A baseball batting helmet bat and ball on a field with a white stripe and dark background

Promedio de bateo

Una vez que asimilamos la idea de que cada rechazo o cada venta no concretada nos acercan a la meta las cosas se vuelven mucho más simples y los resultados empiezan a darse, pero es cuestión de constancia, es seguir plantándose frente al plato a esperar el lanzamiento porque el hit está más cerca de lo que piensas.

No soy un gran aficionado al beisbol, me agrada, disfruto ver un juego de vez en cuando en la TV o en vivo, el ritmo lento del deporte lo hace ideal para poder conversar sin perder detalle. Una de las características interesantes que rodean al deporte es la costumbre que los expertos en beisbol tienen de contarlo todo, estas especie de obsesión con los números abarca todos los aspectos de juego tanto individual como colectivo, cuantos juegos ganados, cuantos juegos perdidos, cuantos juegos ganados de local, cuantos juegos ganados de visitante, cuantos en el día, cuantos en la noche, cuantos en verano, cuantos en otoño, en fin, montones de combinaciones que parten del simple hecho de que alguien lanza una pelota y alguien debe tratar de golpearla.

Una de las métricas que podemos extrapolar del beisbol a la vida diaria es el promedio de bateo, el promedio de bateo se calcula dividiendo la cantidad de veces que un bateador conecta un hit entre la cantidad de turnos al bat, es ahí donde se separa la paja del grano, es ahí donde carreras

se construyen y se destruyen porque es, al final del día, pegarle a la pelota el propósito del juego.

Sin embargo, es curioso como los números nos cuentan una historia que puede resultar contradictoria, un promedio de bateo aceptable es por encima de .300 de hecho el jugador de beisbol con el promedio más alto de la historia en Estados Unidos es .366 y pertenece al legendario Ty Cobb, lo curioso aquí es que para tener un promedio de bateo de .300 es necesario que de 10 turnos al bat no se tenga éxito en 7 ocasiones, si, para tener un promedio de bateo como este es necesario fallar 7 de cada 10 veces.  Aquí cabe destacar algo, jamás en todos los años que he visto juegos de beisbol he visto un bateador que al llegar su turno diga “no, no quiero intentarlo, he fallado mucho” ¿por qué? Porque sabe que si no sigue intentando su promedio no subirá y a los jugadores que no son productivos se les saca del equipo, cosa que ningún jugador desea, de hecho, el mayor temor que enfrenta un jugador de beisbol es precisamente el no tener los números suficientes para mantenerse en el primer equipo.

Si trasladamos esto a la vida diaria nos encontraremos con gente que porque puede hacer poco, decide no hacer nada y eso, lejos de mejorar su situación la empeora, gente que renuncia al primer obstáculo o que en el mejor de los casos, al segundo, pero que simplemente no está comprometido con lo que hace para seguir intentando.

La certeza de saber cuanto tienes que fallar para llegar a tu meta, de forma increíble, te permite ver aquello que no está funcionando bajo una luz distinta, por extraño que suene, cada vez que te dicen no, te acercas al anhelado sí, lo mejor de todo es que uno puede hacer del logro un hábito sabiendo cuanto tiene que fracasar para llegar a la meta.

Alguien me preguntó con desesperación al final de una conferencia, ¿qué puedo hacer para llegar a mi meta si estoy a la mitad del mes y la veo muy lejos y me siento frustrada y desmotivada? Mi respuesta resume lo que recién expuse en las líneas anteriores, incrementa tus turnos al bat, obtén más no, pero lo más importante, no te quedes haciendo nada porque piensas que puedes hacer poco, pero debes saber que la única persona que te puede motivar eres tú.

Una vez que asimilamos la idea de que cada rechazo o cada venta no concretada nos acercan a la meta las cosas se vuelven mucho más simples y los resultados empiezan a darse, pero es cuestión de constancia, es seguir plantándose frente al plato a esperar el lanzamiento porque el hit está más cerca de lo que piensas.

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